lunes, 10 de mayo de 2010

Al final terminó bien el día.

El viernes teníamos también cita con el oftalmólogo, el médico con el que peor lo pasa Ale. Yo sabía que no le iba a gustar, además hay que echarle unas gotas en los ojos dos veces y luego tengo que agarrarle las piernas y los brazos para que el oftalmólogo pueda medirle la tensión. Cuando llegamos me pidió patatas y como me sentía tan culpable por llevarle a tantos sitios que no le gustan y que le hacen daño, lo primero que hice fue pararme en un supermercado y comprárselo. Entramos y esperamos dejándole unos cuantos caprichitos para seguir aplacando mi sentimiento de culpa. Luego entramos y salimos con el colirio. En ese momento recuperé mis fuerzas y no me importó volver a hacer de mala persona obligándole a abrir los ojos para echarle las gotas. No fue para tanto aunque él llora todo el rato e intenta zafarse. A los 10 minutos hay que volver a echárselas y nuevamente no me costó ningún trabajo. Luego me puse a hablar con Ale, le dije que en el médico no se puede llorar, que debía portarse bien y nos dió una sorpresa. Nos sentamos y se conformó sin protestar con las cosas que le hacía el doctor Reguera. Ya cuando tuvo que hacerle la medición de la tensión que realmente si que le agarra la cabeza y le pone un aparato en el ojo literalmente sí que empezó a berrear y a intentar soltarse de nuestras garras, pero el doctor rapidisimamente lo hizo todo y en menos de 30 segundos ya había acabado. Al terminar le dio a Ale un regalito para que no se enfadara con él y no estaba enfadado pues le echó una sonrisa y le tiró un beso antes de irnos.

Realmente salí super contenta de la consulta. Cuando era pequeñito salía con cardenales en los ojos de la fuerza que ejercía el médico para agarrarle. Ahora, tras la experiencia de la mañana me doy cuenta que es lo mejor, un momentito de dureza para dejarle rápido con sus pruebas hechas. Le damos las gracias al Doctor Reguera por su saber hacer y por su amabilidad para con nosotros.

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